La Fundación Red de Mujeres de Cotopaxi ha consolidado su labor en la asistencia y prevención de la violencia, impactando positivamente a familias en situaciones vulnerables. Según su representante legal, Lucía Pérez, la organización nació como un colectivo hace más de seis años, enfocándose en el acceso a la justicia, la mejora de la calidad de vida y la prevención de la violencia intrafamiliar.
A través de talleres educativos dirigidos a mujeres, niños y la comunidad en general, la fundación ha trabajado en temas clave como contención emocional y derechos sexuales y reproductivos. Un ejemplo de su impacto es la realización de siete encuentros de mujeres el año pasado, donde se promovió la sanación interna y la gestión de emociones.
En alianza con instituciones como la Cruz Roja, la fundación ha organizado ferias de salud gratuitas, ofreciendo especialidades como odontología, salud mental y psicología en sectores con difícil acceso a estos servicios.
La intervención social sigue siendo su eje central. “Ayudamos a que una familia, mediante un proceso de tres a seis meses, pueda salir de situaciones críticas”, señaló Pérez. Entre sus logros destacan casos de niños rescatados de la mendicidad y la desnutrición, quienes hoy asisten a la escuela con mejores condiciones.
Además, la fundación trabaja con comunidades urbanas, rurales y personas en movilidad humana, como familias venezolanas, contribuyendo a reducir la xenofobia entre mujeres y los índices de violencia.
Parte de los rostros de las valientes integrantes de la Fundación Red de Mujeres de Cotopaxi, quienes, con su inquebrantable compromiso y de la mano de las mujeres rurales e indígenas, están tejiendo un futuro más justo y equitativo para todas. Aquí no solo se defienden los derechos de las mujeres, sino que también se promueve el respeto por los derechos de la madre naturaleza.
En los rincones rurales de nuestra provincia, estas mujeres no solo defienden los derechos de sus semejantes, sino que también alzan la voz de las guardianas de saberes ancestrales, rescatando la sabiduría de sus antepasadas y transformándola en herramientas de empoderamiento. A través de sus talleres de formación, están cultivando una nueva generación de lideresas, mujeres que no solo conocen sus derechos, sino que también se atreven a reclamarlos.
Su propósito es un faro de esperanza en un mundo que muchas veces silencia las voces femeninas. Cada encuentro, cada charla y cada taller son un paso hacia la igualdad y el respeto, un esfuerzo por construir una comunidad donde la voz de cada mujer sea acción creadora.
Las personas pueden contactarlos a través de redes sociales, donde analizan cada caso para determinar la mejor forma de intervención o asesoría. “Si no podemos intervenir directamente, guiamos a las personas para que sigan el debido proceso en las instituciones correspondientes”, concluyó Pérez.